Cada vez más personas experimentan molestias digestivas, hinchazón o fatiga sin tener un diagnóstico claro de intolerancia alimentaria, un problema de salud silencioso que puede estar relacionado con la dieta y ciertos alimentos, incluso si no se es celíaco. Uno de los ingredientes que genera mayor debate en este sentido es el gluten.
Presente en alimentos básicos como el pan, la pasta y la bollería, el consumo excesivo de gluten podría estar contribuyendo a molestias digestivas y a un estado de inflamación general en muchas personas, sin embargo, hay quien piensa que no tiene sentido reducirlo si no existe un diagnóstico de enfermedad celíaca.
En este sentido, la nutricionista Sandra Moñino, que se ha hecho popular gracias a su reto de 3 días de alimentación antiinflamatoria, lo tiene claro: sí, y así lo explica en el podcast de la Cadena Cope Con Jengibre y Limón, junto a María Pérez Espín, donde ha explicado que muchas personas pueden beneficiarse de reducir el consumo de gluten, aunque no sean celíacas, y donde ha afirmado taxativa: “Yo sí que lo recomiendo”.
Con todo, matiza que esto solo es recomendable si no se tiene previsto realizar pruebas diagnósticas para la enfermedad celíaca, ya que en esos casos es necesario mantener el consumo de gluten para obtener resultados fiables.
Así las cosas, Moñino defiende que el consumo reducido de gluten no es solo para celiacos, de manera que “si tú ahora mismo estuvieses en el momento en el cual quieres hacerte pruebas diagnósticas, como una endoscopia o un análisis de anticuerpos en sangre, sí necesitas estar tomando gluten”, ha aclarado.
Eso si, en el caso de personas sin sospecha de celiaquía que busquen mejorar su salud digestiva, Sandra no duda en recomendar la reducción del gluten, ya que aunque el gluten no es el único responsable de la inflamación, su consumo frecuente podría contribuir a este problema, sobre todo en personas sensibles.
De esta manera, según esta nutricionista, optar por una dieta más antiinflamatoria puede ayudar a reducir molestias digestivas y mejorar el bienestar general, lo que no significa eliminar por completo el gluten, sino reducir su consumo y apostar por alimentos más naturales y menos procesados.
Sin embargo, en contra de lo que defiende Moñino, algunos otros especialistas citan estudios que sugieren que el gluten podría tener un efecto inflamatorio en ciertas personas, especialmente en aquellas con SGNC o con trastornos autoinmunes, como la tiroiditis de Hashimoto, aunque la evidencia no es concluyente para la población general.
La polémica crece si tenemos en cuenta que algunas de estas investigaciones recientes muestran que, en la mayoría de las personas sin celiaquía ni sensibilidad al gluten, eliminar esta proteína de la dieta no aporta beneficios significativos y podría incluso ser contraproducente. Por ejemplo, un estudio publicado en The BMJ indicó que las dietas sin gluten en personas sin celiaquía podrían aumentar el riesgo de deficiencias nutricionales y afectar negativamente la microbiota intestinal.
Por otro lado, un metaanálisis publicado en la revista Nutrients revisó múltiples estudios para concluir que no hay pruebas sólidas de que el gluten cause inflamación sistémica en individuos sanos, aunque reconoce que algunas personas pueden experimentar mejoras subjetivas en síntomas digestivos al reducir el gluten, algo que podría deberse a la eliminación de otros compuestos presentes en el trigo, como los FODMAPs, más que al gluten en sí.
Para concluir, si bien algunas personas pueden sentirse mejor reduciendo el gluten, la evidencia científica actual no respalda la idea de que eliminarlo de la dieta sea beneficioso para todos; y en personas sin enfermedad celíaca ni SGNC, una dieta equilibrada que incluya cereales integrales puede aportar fibra, vitaminas y minerales esenciales. Como siempre, es recomendable consultar con un profesional de la salud antes de hacer cambios drásticos en la alimentación.