Nicolina es una nueva pastelería en la que sus elaboraciones no llevan ni gluten, ni lactosa, ni azúcar, convirtiéndose así en un establecimiento de lo más saludable que ofrece opciones riquísimas no solo para los celíacos, sino también para diabéticos, intolerantes a la lactosa, a la proteína de la leche, veganos…estc.

 

Destaca el hecho de que si no sabe que el bocado está hecho sin estos tres "sin", ni se percibe, a pesar de que exista la creencia de que son ciertos ingredientes los que otorgan ese sabor y textura para nosotros tan reconocible.

La emprendedroa que ha puesto en marcha este nuevo establecimiento es Andrea Villalonga, que ha explicado que el proyecto surgió tras dar a luz a su hijo, a quien quiso dar la alimentación más sana posible.

Apasionada a la cocina, se formó en Le Cordon Bleu, de París, para posteriormente trabajar en un par de restaurantes y, al regresar a Madrid, optar por montar su propio cátering, que sacó adelante hasta que decidió ejercer su carrera en una agencia de marketing.

En este sentido, Andrea cuenta que «hice un master mientras trabajaba y unos cursos de química relacionados con la repostería», y confirma que, como echaba de menos la cocina, escribió un blog en la revista «¡Hola!», y hasta un libro, que aún no ha publicado. Sin embargo, en realidad lo que le hace ilusión es preparar todas esas recetas reunidas en él, todas sin gluten, sin lactosa y sin azúcar.

Para ello emplea técnicas tradicionales en ingredientes saludables, lo cual implica un conocimiento muy extenso de las posibilidades de cada uno de ellos; un arte que termina de tener sentido vinculándose a una estética muy cuidada, que traduzca todo el trabajo de I+D, que hay detrás de cada bocado.

Taart fue el nombre inicial del proyecto, pero cuando la pastelera quiso registrar la marca, alguien se la había adelantado. Sobre este tema, Andrea ha reconocido que "fue un momento duro, porque nos estábamos dando a conocer". Sin embargo, enseguida se levantó de la caída y llamó Nicolina al concepto, en hopnor de su hijo se llama Nicolás.

Sobre su nuevo proyecto, la pastelera ha explicado que «es una pastelería saludable, que, cada vez, lo es más. Es muy complicado, porque, para empezar, la palabra saludable significa una cosa para unas personas y para otras, otra».

Para ella, como no tiene intolerancia alguna, se refiere a una alimentación lo más limpia posible. Es decir, el empleo de harinas no refinadas y de procesos en los que las grasas no sean saturadas. En definitiva, es una forma de comer buena y sana.

Así las cosas, decidió especializarse en este tipo de repostería con el objetivo de ofrecer esas delicias que tanto nos gustan a las tantísimas personas que sufren alguna intolerancia, pero también porque sabe que el gluten y la lactosa son inflamatorios. En este sentido ha explicado que «en mi casa, siempre habíamos hablado de abrir una pastelería con productos sin azúcar. Mi abuelo era diabético y le apasionaba comer y aún así la comía. Para mis padres era un drama verle probar dulces».

Para sustituirla por otros ingredientes, prosigue, «entra en juego el conocimiento de las materias primas. De las harinas, de las humedades, de cómo funcionan ante el calor y el frío, de las mezclas con otros ingredientes. Hay que ser un poco alquimista para conseguir que las recetas queden redondas y estén ricas».

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