Siete de cada diez personas excluyen el gluten de su dieta lo hacen sin un diagnóstico médico, según se desprende del primer informe Tendencia de exclusión alimentaria en la población española, presentado por la Fundación MAPFRE y la Academia Española de Nutrición y Dietética.

 

Un 8 % de los encuestados en este trabajo de investigación declara realizar una dieta sin gluten, y hasta un 70 % la hace extensiva a sus familias. Sin embargo, esta exclusión no tendría justificación científica para el 72 % de los casos, y además, un 79 % de los que evitan el gluten, excluyen también lactosa y el 56 % de quienes adoptan una dieta sin lactosa, hacen lo propio con el gluten.

Otras dietas de exclusión presentes en los hábitos de los españoles son la flexitariana (7 %), caracterizada por una baja ingesta de carnes, pero que prioriza la blanca y magra; la vegetariana (4 %), que excluye carnes y pescados, pero puede permitir lácteos y huevos, y la vegana (0,8 %) que no admite ningún alimento de origen animal. Este tipo de patrones dietéticos, en ocasiones, responden no solo a cuestiones de salud sino también a convicciones personales o a un estilo de vida determinado.

Según se observa, cuando se pregunta qué razones han llevado a excluir determinados alimentos, nutrientes e ingredientes, hasta un 40 % reconoce que ha sido una decisión auto prescrita, derivada de una reflexión personal.

Si la decisión es por un problema de salud, el 32 % ha acudido a un médico de familia o general, seguido de otros profesionales sanitarios como médico especialista (18 %) o dietista-nutricionista (17 %).

Por su parte, la influencia de la familia representa un 17 % y los medios de comunicación tienen también un peso importante (37 %).

Por otro lado, en cuando a los alimentos, los nutrientes y los ingredientes percibidos como menos saludables, el informe concluye que son, al mismo tiempo, lo más excluidos total o parcialmente tanto por las personas encuestadas como por su ámbito familiar. Se trata del aceite de palma, las grasas hidrogenadas o trans (88 %), los aditivos (77 %), las bebidas edulcoradas (75 %), las bebidas azucaradas (72 %), las bebidas con alcohol (63 %), y las galletas, bollería y dulces (61 %).

En general, la preocupación por eliminar de la dieta los alimentos considerados como menos beneficiosos para la salud afecta mayoritariamente a las mujeres y la población de mediana edad, quienes, en general, están más concienciados con el cuidado de su alimentación y estado físico.

Destaca el caso de los aditivos que, a pesar de que son ingredientes autorizados por la Autoridad Europea en Seguridad Alimentaria (EFSA), están rigurosamente analizados y muchos de ellos sirven para mejorar la seguridad de los alimentos, son percibidos como malos y evitados por 7 de cada 10 personas. En este sentido, sería necesario un trabajo de educación alimentaria de la población para explicar la función que cumplen en la conservación de los alimentos, así como informar con transparencia sobre su nivel de seguridad.

Según ha explicado la doctora Eva Arranz, médico de Fundación MAPFRE, "preocuparse por la salud y tratar de modificar aspectos relacionados con el estilo de vida, como la nutrición, es un aspecto positivo", y ha añadido que "si dicho cambio viene motivado por la sospecha de padecer una enfermedad, alergia o intolerancia a algún alimento, el diagnóstico debe ser siempre realizado por un médico".

"No debe realizarse la eliminación de nutrientes o dietas de exclusión tales como dieta sin gluten o sin lactosa, basados en un autodiagnóstico y sin el correcto asesoramiento y seguimiento”, ha señalado tajante la doctora Arranz, quien ha advertido de los posibles riesgos para el mantenimiento de la salud óptima de la población, y de que también es preciso tener en cuenta el coste económico del seguimiento de dietas de exclusión de forma no plenamente justificada.

Por su parte, el doctor Giuseppe Russolillo, presidente de la Academia Española de Nutrición y Dietética, ha destacado que "ante la sospecha de enfermedad o síntoma o ante cualquier duda de que un alimento nos pueda estar sentando mal, se debe acudir al médico, que realizará, tanto una valoración clínica, como las pruebas complementarias necesarias para establecer el diagnóstico adecuado y en caso de precisar un tratamiento dietético individualizado, contactar con un dietista-nutricionista o un médico especialista en endocrino y nutrición".

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