Un trigo incapaz de generar las proteínas que causan la intolerancia al gluten es el proyecto en el que lleva trabajando casi una década el investigador cordobés Francisco Barro, cuyo trabajo puede ser determinante en el futuro de las personas con celiaquía y de otras que padecen algún tipo de intolerancia al consumo de trigo.

 

Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Córdoba, Barro pertenece al Instituto de Agricultura Sostenible del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) donde es especialista en transformación genética para la mejora vegetal.  "El número de casos ha aumentado exponencialmente en los últimos años", explica Barro, quien destaca que "la celiaquía, la alergia y la sensibilidad no celiaca, siendo esta última la más frecuente y sin que tengamos una explicación científica clara para su crecimiento, aunque es cierto que los sistemas de detección han avanzado, se hacen más pruebas y a más gente".

Según explica la web de la Cadena SER, hay un nombre propio al que todas las investigaciones señalan: las Gliadinas, unas proteínas clave para la fermentación del pan y para que la masas suban durante la cocción.

Para el investigador, se han convertido en el enemigo a abatir dentro de la secuencia de ADN del cereal, pues múltiples estudios las relacionan con la celiaquía. Francisco Barro no entra en esa estadística, ya que "sería una aproximación muy romántica, pero ni yo ni ningún miembro cercano de mi familia la padecemos", bromea. De hecho, matiza, "mis primeras investigaciones estaban relacionadas con potenciar la expresión de gliadinas para mejorar la calidad del pan, mientras que ahora me dedico a todo lo contrario", para afirmar que "la primera aproximación que hicimos fue con ARN Interferente —'frenar' que determinados genes se expresen— que daba por resultado una planta transgénica".

Ahora la aproximación es diferente gracias a la aplicación de nuevos métodos como la Técnica CRISPR, desarrollada en su origen por el investigador de la Universidad de Alicante, Francisco Juan Martínez Mojica, y a la que los científicos han llamado las tijeras corta-pega de ADN.

Con este método, explica Barro, "no es necesario introducir un transgen, sino que marcamos los fragmentos de material genético que queremos eliminar y después la proteína CRISPR va recorriendo la cadena introduciendo mutaciones en los genes marcados, de tal forma que en la siguiente generación de la planta ya no están presentes".

La técnica observada por el español aprovecha el mecanismo de defensa de determinadas bacterias: guardar pedazos de ARN de los virus que las han infectado en el pasado para neutralizar el ataque de futuros patógenos. Estas bacterias son capaces de disparar esas cadenas simples de información genética contra el ARN que el virus les ha inoculado para que se se acople al mismo y lo corte, impidiendo así que el invasor sea funcional.

Esa fórmula es la que aprovecha Barro, ahora afincado temporalmente en Minnesota (EEUU), para trabajar en el desarrollo de una variedad de trigo no transgénica que tenga mutados todos los genes que, al expresarse, generan la producción de gliadinas. "De esta forma estaríamos eliminando el elemento que provocan la reacción inmunológica a las personas con celiaquía", concluye el investigador.

El CSIC ya ha registrado varias patentes y la posibilidad de que un trigo para intolerantes crezca de la tierra parece una realidad cada vez más palpable. Pero Barro advierte que "llevo desde 2014 intentando responder a esta pregunta y creo que desde el punto de vista científico y técnico estamos a unos tres o cuatro años de conseguirlo, pero a nivel legislativo es algo que puede llevar décadas".

La previsión más optimista que se atreve a dar el cordobés marca el año 2027 en el calendario, "y so teniendo en cuenta que todos los ensayos clínicos son favorables"; pero Barro no habla de España, sino de Estados Unidos, donde la regulación sobre productos transgénicos es más flexible.

De esta forma, el especialista hace el peor presagio, yes que "puede darse la paradoja de que el trigo sin gluten se cultive en países fuera de Europa y después los países de la unión importen esas harinas para venderlas, con lo cual no tendremos ningún control sobre el nivel de oferta o el precio". Esto, lamenta el investigador, "sería un panorama verdaderamente lamentable".

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