Pese a incluir el término gluten en el nombre de esta enfermedad, aún se desconoce si este componente del trigo, otras proteínas o los hidratos de carbono son los que desencadenan la sintomatología, y ahora se ha sabido a través de un nuevo estudio en la materia, quien podría se el culpable: se trata de los fructanos, un polímero perteneciente a la familia de los polisacáridos y los oligosacáridos, formado exclusivamente por unidades de D-fructosa y muy presente en fuentes alimentarias vegetales.

Los fructanos son un componente muy difícil de digerir y absorber en el intestino delgado, y su principal particularidad es que comienza a fermentar cuando llega al colon produciendo síntomas gastrointestinales como hinchazón, espasmos abdominales, gases, dolor de estómago o incluso diarrea; aunque también predominan otras manifestaciones extradigestivas como el cansancio, los dolores musculares o articulares y la dificultad para concentrarse.

Se trata de un cuadro clínico que ha aumentado considerablemente entre la población desde su descubrimiento en la década de 1980, sin embargo, aún hay dudas acerca de su diagnóstico y tratamiento, así como de los mecanismos fisiopatológicos, ya que aún no existen biomarcadores validados para diagnosticar la sensibilidad al gluten no celíaca, por lo que el protocolo de diagnóstico sigue siendo engorroso y poco apto para grandes estudios epidemiológicos.

Bajo esta premisa, la única solución es descartar la enfermedad celíaca y la alergia al trigo, y observar si existe una mejora al seguir una dieta libre de gluten, algo que suele suceder pues la mayoría de alimentos que incluyen esta proteína en su composición también tienen fructanos. Sin embargo, la recuperación nunca llega a ser del todo efectiva, provocando el desconcierto de los pacientes y de la propia comunidad médica.

Ahora por fin se sabe el motivo de esta reaparición, que está muy relacionada con el síndrome del colon irritable. Las personas que padecen dicha dolencia solían eliminar el trigo de su dieta, pero los síntomas propios de la enfermedad celíaca volvían a aparecer tras el consumo de otros alimentos como la cebolla, el ajo, los garbanzos, las alcachofas, el repollo, el brócoli, la sandía, el pomelo, las pasas o los higos secos, todos ellos portadores de fructanos en gran medida.

Cuando se descubrió su influencia en el sistema gastrointestinal, se avanzó en la creación de una dieta que facilita la digestión y elimina toda sustancia nociva para el organismo de los pacientes.

FODMAP son las siglas en inglés de oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables, es decir, todos aquellos compuestos que están prohibidos dentro de dicha alimentación. Estos azúcares e hidratos de carbono fermentables provocan un aumento de agua en el intestino por osmosis, pueden no digerirse o no ser absorbidos correctamente y sobrealimentar a bacterias de la microbiota intestinal que los fermentan, dando lugar a estos síntomas.

Muchos médicos ya recetan esta dieta a los pacientes que padecen problemas estomacales tras descartar la enfermedad celíaca, e incluyen en el régimen la carne, el pescado, los huevos y los frutos secos, siempre que no haya intolerancia

También se pueden tomar pequeñas cantidades de lácteos bajos en lactosa; y se aconseja limitar las verduras y las frutas ricas en FODMAP a una pequeña guarnición del tamaño de una pelota de tenis.

En el caso de sufrir estreñimiento durante el proceso, los expertos recomiendan incluir un poco de avena en la dieta, un alimento bajo en FODMAP pero con gran aporte de fibra. Otro ingrediente básico es el agua, cuyo consumo es necesario incrementar.

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