Francisco Barro y su equipo del Instituto de Agricultura Sostenible del Cosejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han conseguido en un laboratorio el sueño de cualquier celiaco, que no es otro que un desarrollar trigo apto para intolerantes al gluten. El problema ahora es la burocracia y la poca sensibilidad de las instituciones.

 

Este científico cordobés lleva más de una década investigando cereales con bajo contenido en proteínas inmunogénicas, que son las responsables de la enfermedad celíaca. La clave está en las gliadinas, las proteínas responsables de la fermentación del pan.

Según ha explicado Barro, "hay muchos genes implicados en estas proteínas, aproximadamente entre ochenta y ciento veinte genes diferentes. Localizarlos y eliminarlos ha sido un trabajo técnicamente muy complejo que hemos tenido que llevar a cabo en varias fases".

Cuenta un amplio reportaje emitido en la Cadena SER que el primer hallazgo de este equipo español dio como resultado una planta transgénica, no apta para el cultivo según la normativa europea, de manera que "para tratar de puentear todas las trabas legales que había en Europa, hemos pasado de la transgénesis a la edición genética utilizando la técnica CRISPR", es decir, sin incorporar un transgen en el ADN del trigo.

Por este motivo, la posición del Tribunal de Justicia de la Unión Europea en 2018 fue, en palabras de Barro, "todo un jarro de agua fría", ya que Europa decidió calificar todas las técnicas de edición genética como transgénesis y no permitir su cultivo.

Pasados unos años, la Unión Europea ha aprobado un borrador que, de aprobarse, actualizaría la normativa. "Si esto ocurre, las plantas modificadas genéticamente no serían consideradas transgénicos cuando no haya introducción de ADN exógeno", comenta esperanzado el investigador.

Mientras Europa toma decisiones en este sentido, el proyecto español del trigo sin gluten tiene en su haber una patente y está buscando una salida comercial en el extranjero, es decir, que podría darse la circunstancia de que terminemos importando harina de trigo sin gluten, desarrollada en España, de países como Estados Unidos o Japón.

Además, no haría falta hacerlo de contrabando, "ya que, si bien Europa es restrictiva con el cultivo de transgénicos, no lo es tanto con su comercialización", apunta el científico.

El momdnto en el que esto podría suceder es la pregunta que s hace todo el mundo y es muy difícil de contestar. Según Barro, "si todo fuera bien, la normativa europea se relajara y los ensayos clínicos se hicieran con éxito, en unos seis o siete años podría estar comercializándose".

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