Cada vez hay más personas que deciden sacar el gluten de su dieta, en algunos casos por enfermedad o por intolerancia, y en otros, animados por la moda de eliminar este ingrediente al considerarlo beneficioso para la salud. La conclusión e que el 1 % de la población de Europa y Estados Unidos es celíaca, y el único tratamiento por el momento pasa por evitar ingerir esta proteína.
Esta situación ha provocado que los españoles gastáramos el año pasado 80 millones de euros en productos sin gluten, lo que significa un 13 % más que en 2018, aupando el mercado de alimentos sin gluten, un sector que se ha beneficiado de pasar de producto de necesidad a otro de tendencia, según un informe elaborado por la consultora Nielsen. Entre estos productos, los panes representan el 40 % del gasto en productos sin gluten, seguidos de galletas (21 %,) pastas alimenticias (15 %) y cereales (13 %).
Otra cosa es la calidad nutricional de los productos destinados a los celíacos, y ese es uno de los objetivos planteado por un equipo de investigadores españoles dirigido por Jordi Salas-Salvadó, catedrático de Nutrición de la Universidad Rovira i Virgili (Reus) y director del programa de nutrición del CIBERobn, que han analizado las etiquetas nutricionales de 2.247 productos sin gluten de 126 marcas diferentes, a partir de cuya información han desarrollado Celiac-Base, una herramienta pionera para dietistas-nutricionistas.
Según ha explicado al portal Alimente Nancy Babio, vicedecana responsable del Grado de Nutrición Humana y Dietética de la Universidad Rovira i Virgili, "los productos alimentarios incorporados en la base de datos, que son representativos del consumo habitual, se han escogido en función de la clasificación de alimentos de la Tabla Orientativa de alimentos con y sin gluten de la Asociación de celiacos de Cataluña", al tiempo que destacab que "la información nutricional de todos estos productos se ha obtenido por métodos indirectos a partir del etiquetado -legislado según el Reglamento (UE) 1169/2011- y fichas técnicas de marcas potenciales que comercializan productos sin gluten en el mercado español".
Este trabajo, que se ha publicado en el último número de la revista Nutrición Hospitalaria parte de un estudio previo que valoraba el consumo alimentario en celíacos y no celíacos, y que mostró que "las personas con celiaquía consumían más cantidad de azúcares y grasas saturadas". El hallazgo alertó de que algo debía suceder y los científicos decidieron indagar en el arsenal de productos sin gluten y compararlos con la versión con gluten.
De esta manera, seleccionaron más de 2.200 alimentos habituales en la dieta de quienes no toman gluten, para confirmar lo que la ciencia ya había revelado en otros estudios, o sea, que muchos productos sin gluten tienen mayor proporción de grasas y azúcares, así como bajo contenido en proteína y fibra. Sin embargo, matiza la profesora, "también es cierto, que muchos de estos productos, al igual que sus homólogos con gluten, son alimentos que no necesariamente deben incluirse en una alimentación saludable porque son bollería".
La explicación de la investigadora está en la línea de citada encuesta de consumo de Nielsen, que recoge que los panes representan el 40 % del gasto en productos 'gluten free', seguido de galletas (21 %,) las pastas alimenticias (15 %) y cereales (13 %).
El precio es otra variable que también se ha analizado en este estudio, y al comparar con décadas pasadas, la oferta para celiacos atual es mucho mayor y más barata, aunque aun así continúa siendo más cara que para una dieta normal.
A la pregunta de si está justificado el mayor precio de los productos sin gluten, los excpertos destacan que depende del producto, reconociendo que para conseguir las propiedades organolépticas, un alimento sin gluten requiere 12 ingredientes, cuando el equivalente con gluten solo lleva 4, lo que supone un incremento de costes de materias primas y una inversión adicional en I+D.
A esto hay que sumar unos controles de calidad más estrictos, que conforman un cóctel de variables que podría explicar los precios más elevados que, aunque según los expertos, "no parece justo que el celíaco carezca de subvención, puesto que esos alimentos constituyen su tratamiento", al tiempo que insisten en que más que una cuestión de cuantía económica es "por la discriminación negativa del paciente celiaco respecto a cualquier otro enfermo crónico, ya que este debe pagarse el 100% de su tratamiento a diferencia de cualquier otro paciente crónico".
En este sentdo, a los nutricionistas les preocuupa la promoción de un mensaje falso dirigido a las personas sanas relacionado con el falsi hecho de que una alimentación sin gluten es más sana, y la dificultad que tiene más de la mitad de los celíacos para cumplir estrictamente una dieta sin gluten.
En cualquier caso, uno de los mensajes principales de esta investigación es que los productos sin gluten son alimentos procesados y solo deben ser consumidos de vez en cuando por celíacos e intolerantes a la proteína.