El trigo sin gluten "made in" Córdoba, uno de los grandes avances en este campo que se anunció hace unos meses en Andalucía desarrollado por el Instituto de Agricultura Sostenible, perteneciente al CSIC, no encuentra apoyo en España.
Hace algunos meses, este organismo presentaba una variedad de trigo que, manipulada genéticamente, no produce las gliadinas que afectan a los celíacos. “Las gliadinas son un grupo grande de proteínas, se encuentran unas 60 variantes en el trigo que se utiliza para la harina y unas 40 en el trigo de la pasta, codificadas por tres familias de genes distintas”, ha explicado el investigador Francisco Barro, para añadir que “lo que nosotros conseguimos hacer fue eliminar los ARN que actúan de mensajero entre el ADN y las proteínas, antes de que estas se formen”.
Como resultado, las gliadinas no llegan a sintetizarse en el trigo y, por tanto, no causan daños a los celíacos cuando estos lo ingieren. El resultado es un trigo transgénico en el que no se han añadido genes de otro organismo, sino que se han silenciado aquellos responsables de la expresión de las gliadinas, un desafío debido al gran número de proteínas a eliminar.
“Son entre 60 y 40, dependiendo del tipo de trigo, y los genes que las expresan están repartidos en seis cromosomas. Es muy difícil eliminarlas todas a base de cruzamientos”, ha asegurado Barro.
El éxito de su investigación no estuvo solo en eliminar las proteínas dañinas, sino en las propiedades organolépticas de los alimentos elaborados con su trigo. “Hicimos una cata en la que dimos a probar pan fabricado con trigo normal, con nuestro trigo sin gluten y con harina de arroz. El nuestro y el del trigo normal eran prácticamente indistinguibles, y mucho más apreciados que el fabricado con harina de arroz”.
A pesar de todo esto, ninguna empresa española se ha interesado por el proyecto. Concluidas las primeras fases de la investigación, el trabajo sigue dos vías distintas: por un lado, después de haber probado su trigo transgénico en ratas para analizar su inocuidad, el equipo de Barro prepara un ensayo clínico en colaboración con el Hospital Reina Sofía de Córdoba para analizar sus efectos en seres humanos. Por otra parte, la patente busca quien la quiera aprovechar.
Esto ya no está en manos de Barro, sino que es el CSIC quien se encarga de gestionarlo. Y no parece que vaya a quedarse en España. "Sinceramente, ninguna empresa española se ha interesado por ella", se lamenta.
Son empresas estadounidenses las que están negociando con el CSIC, algo que Barro achaca a dos razones: "Es innegable que allí están las grandes empresas alimentarias, así que tiene sentido que se interesen por nuestro desarrollo, pero también es verdad que allí la legislación pone menos trabas". Es, según sus palabras, "una pena" que una investigación realizada en España con fondos públicos vaya a dar sus resultados económicos en otro lugar, pero se trata de una cuestión delicada de legislar al haber posturas radicalmente encontradas.
Por un lado, la presión ciudadana contra los transgénicos está muy extendida y, por tanto, los políticos prefieren posicionarse en ese lado, sabiendo que es el más popular. Esto ha causado, por ejemplo, que más de una decena de países de la Unión Europea se haya prohíbido el cultivo de variedades transgénicas dentro de sus fronteras. En EEUU están las grandes empresas, así que tiene sentido que se interesen, pero también es verdad que allí la legislación pone menos trabas.
Por otro, tanto la comunidad científica como muchos agricultores piden una legislación que permita a unos y a otros trabajar en condiciones más competitivas con sus respectivos colegas del otro lado del charco, que tienen menos trabas.
Los agricultores denuncian que la legislación les resta competitividad y poder de decisión, ya que si bien solo se pueden cultivar tres variedades transgénicas, se pueden importar muchas más, que pueden ser interesantes desde un punto de vista agrícola pero que les están vedadas por ley.
Los científicos critican que muchas líneas de investigación no reciben financiación ni apoyo porque sus aplicaciones prácticas se ven limitadas. En el caso del trigo sin guten de Barro, sin embargo, las posturas están más cercanas, reconoce el propio científico. "Se trata de una cuestión de comunicación. Es fácil explicar por qué este trabajo es beneficioso para la mayoría. Quizá al mencionar la palabra transgénico hay quien se asusta, pero cuando explicamos que el resultado es anular lo que afecta a los celíacos, la gente es mucho más receptiva, porque todo el mundo conoce a alquien que lo es". Y a pesar de todo, su transgénico solo podrá aprovecharse en el extranjero.