Mucha gente que no padece celiaquía ha limitado o incluso eliminado por completo el consumo de gluten, un concepto que se ha puesto de moda entre quienes toleran a la perfección esta proteína de la mano de influencers de la nutrición, como Gwyneth Paltrow o Victoria Beckham, que han llegado a afirmar públicamente que siguen una alimentación sin gluten sin ser celíacas.

El autodiagnóstico es el primer error que solemos cometer cuando decidimos eliminar el gluten de la dieta sin prescripción médica. “La comunidad médica descarta utilizar el término intolerante, que se presta a confusión, y prefiere hablar de sensibilidad al gluten no celiaca (SGNC). Esta se diagnostica por descarte de celiaquía o alergia al trigo, ya que al ser una afección muy reciente todavía no existen marcadores, de manera que el diagnostico debe ser realizado siempre por un profesional de la medicina”, ha explicado al diario La Vanguardia Nuria Pablos, autora junto a Elisa Mora de Sin gluten y sin riesgos, un nuevo libro editado por Zenith, que desmonta los mitos y verdades sobre la celiaquía.

En este sentido, las autoras se muestran contundentes al afrmar que “tal vez comes sin gluten porque te lo ha recomendado un amigo, tu osteópata, tu sofrólogo o tu coach”, lo que supone un error, ya que “no existe ninguna evidencia científica de que comer sin gluten sea más sano, ni de que adelgace o mejore el rendimiento deportivo, aunque es cierto que cuando eliminamos el gluten y empezamos una nueva dieta solemos tener nuevos planteamientos de salud, incorporamos alimentos frescos o comemos menos fuera, lo que lleva a una posible mejora en la salud”.

Según un estudio de la Universidad de Harvard las dietas sin gluten, lejos de resultar beneficiosas para la población sin enfermedad celíaca, parecen aumentar el riesgo de desarrollar diabetes; al tiempo que otra investigación promovida por las universidades de Columbia y Harvard sobre más de 100.000 personas durante 26 años, señala que “la restricción de gluten no tiene ningún beneficio, al menos en términos de salud del corazón, para las personas sin celiaquía; de hecho, puede causarles algún daño si siguen una dieta baja en gluten, particularmente pobre en cereales integrales, ya que los granos integrales parecen tener un efecto protector contra las enfermedades cardiacas”.

Por otra parte, otra investigación elaborada por la Universidad de Herdforshire (Reino Unido), que analizó 1.700 productos de distintos grandes almacenes, concluyó que, en líneas generales, los alimentos sin gluten tienden a ser nutricionalmente peores que el resto al contener más sales, azúcares y grasas saturadas. “La gente compra galletas sin gluten pensando que está llevando una dieta más sana sin saber que tienen más grasas y azúcares añadidos”, ha explicado a La Vanguardia la coach nutricional Susana León, quien asegura que muchas personas que creen padecer sensibilidad al gluten “lo que no toleran en realidad son las harinas excesivamente refinadas, las grasas, o incluso otros productos como la mantequilla, presentes sin ir más lejos en buena parte de las baguettes que consumimos”.

Por otra parte, los alimentos sin gluten tienden a ser nutricionalmente peores que el resto al contener más sales, azúcares y grasas saturadas. En este sentido, las autoras de Sin gluten y sin riesgos defienden que "el gluten se utiliza en la industria alimentaria porque aporta textura a los alimentos, al ser el responsable de la elasticidad de las grasas. Para conseguir esta textura sin emplear gluten se recurre a un procesado excesivo que puede comportar la adición de grasas, azúcares y conservantes, cosa que puede provocar que la dieta sin gluten, si no va acompañada de un cambio de hábitos, nos haga engordar, ya que las versiones gluten free de determinados productos son mucho más calóricas”.

Por el contrario, otra reciente investigación realizada por la Universidad de Oslo y publicada en Gastroenterology apuntaba que los causantes de la sensibilidad al gluten podrían ser los fructanos, una familia de polisacáridos y oligosacáridos formados exclusivamente por unidades de D-fructosa presente en algunos alimentos, desde el ajo a la alcachofa, el puerro y algunos cereales como el trigo y el centeno. En este sentido, para la coach experta en hábitos saludables Natalia Calvet, “las dietas occidentales se han basado tradicionalmente en un consumo excesivo de cereales, y por lo tanto de gluten, y eso es un error. De hecho, los cereales no son imprescindibles para la salud, y sí lo son las verduras, frutas y hortalizas que deberían constituir la base de la alimentación mientras que los tubérculos y cereales deberían ser guarniciones”, de modo que sí tendría sentido una reducción del consumo del gluten presente en los cereales en favor de otros alimentos procedentes del huerto.

La enfermedad celíaca tiene una base genética, de hecho un 30 % de la población tiene estos genes, pero solo un 1% la desarrolla, y no está claro si se debe a un factor ambiental. Pese a que antes se consideraba una enfermedad únicamente infantil, ahora se está diagnosticando en personas que están entre los 40 y 60 años, lo que demuestra que puede desarrollarse a cualquier edad.

Por este motivo, pese a que son muchas las personas que eliminan el gluten porque creen que este gesto les ayudará a perder peso y deshincharse, lo cierto es que muchos celíacos o personas con sensibilidad al gluten no celíaca ganan peso cuando se diagnostica la enfermedad, ya que al eliminar el gluten su cuerpo absorbe mejor los nutrientes.

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