Los bajos precios de los cereales han aumentado el interés de los agricultores por ver otras alternativas que les ofrezcan un mayor margen comercial o menores costes. De hecho, hay un grupo de cultivos como la espelta, el sorgo o el mijo que, dentro de los cereales, son una alternativa a los tradicionales, porque ofrecen un mayor valor añadido, con la ventaja de que el manejo y la maquinaria son las mismas que la de los más extendidos.

La demanda de sorgo está creciendo, ya que es un cereal que no contiene gluten y, por tanto, sus harinas son aptas para celíacos. Es interesante porque pasa poco tiempo en la tierra y con un herbicida no muy caro puedes controlar prácticamente todo.

"Se siembra en mayo y se cosecha en septiembre, por lo que deja descansar la tierra. Es casi un barbecho sin serlo", asegura José Antonio García, productor de sorgo desde hace ocho años.

Una de sus grandes ventajas es la cantidad de materia orgánica que deja en el suelo cuando se recoge. "Con la cosecha, el rastrojo que queda en el suelo devuelve cerca del 50% de los nutrientes que ha necesitado para su desarrollo, lo que se traduce en un menor gasto de abonos en la campaña siguiente", señala Laura Cobos, ingeniera agrónoma y responsable de cultivos alternativos del Inea, de Valladolid.

Tiene un manejo muy similar al del maíz a la hora de preparar el terreno para la siembra, y la maquinaria utilizada es la convencional para el cereal, aunque también se pueden hacer las siembras con una sembradora de maíz. Al principio de su desarrollo, el sorgo soporta bien las bajas temperaturas, pero los descensos en el momento de la floración pueden reducir el rendimiento del grano.

Por el contrario, es un cultivo que soporta bien las altas temperaturas y presenta buena resistencia a la sequía durante largos periodos de tiempo, reponiendo su crecimiento una vez que cesa ésta.

Los costes de producción rondan los 600 euros por hectárea -que incluye riegos, labores, herbicida, abono- gasto de la semilla aparte y este año se ha llegado a pagar por una calidad tipo 196 euros por tonelada, aunque las cantidades varían según las empresas. "Las producciones oscilan entre los 6.000 y los 7.000 kilos dependiendo del año y nuestros objetivos de calidad, con la ventaja de que el precio es fijo, por lo que sabes cuánto te vas a gastar y lo que vas a ganar", destaca José Antonio García.

 

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