El 29 % de los consumidores estadounidenses compra productos sin gluten habitualmente a pesar de que su precio es mucho más elevado que el de los prductos sin esta proteina, y de su su nulo beneficio para la salud.
En la actualidad hay un porcentaje de población bastante elevado que siguen una dieta sin ninguna justificación, normalmente porque en la familia hay algún miembro con alguna enfermedad, fundamentalmente celíacos, y todos hacen extensiva la dieta a todos por comodidad o para evitar contaminaciones. Pero además, en otras ocasiones esta situación se produce por el auge del etiquetado “gluten free”, iniciado en Estados Unidos, pero ya extendido a otros países como España.
Se trata de una tendencia que comenzó entre personajes famosos que promovían el “gluten free” como una opción más saludable, hipocalórica y solución para diversas patologías…eso si, sin ninguna base científica científica que lo avalase, lo que ha llevado a la industria alimentaria a etiquetar los alimentos como “sin gluten”, aunque nunca lo haya tenido ni pueda incorporarse en su procesado, como es el caso de la leche o los huevos.
Así las cosas, estos productos se etiquetan como un extra que normalmente suele llegar a encarecerlo, y no queda claro si es para facilitar la vida al colectivo con alergias, intolerancias o enfermedad celiaca o si simplemente es una estrategia de marketing. Lo que está claro es que la industria alimentaria está impulsando este fenómeno social, que ha llevado a que el consumo de productos sin gluten sea muy superior al estimado para los celíacos diagnosticados.
De esta manera, se ha llegado a tal extremo de que a día de hoy, el 29 % de los estadounidenses evitan comer gluten a pesar de que su precio es muy superior a sus equivalentes con gluten.
Es necesario aclarar que una dieta sin gluten bien cumplimentada puede ser nutricionalmente equilibrada, y con ella, las personas que la necesitan no presentan problemas ni a corto ni a largo plazo; de hecho, algunas de las personas que comen sin gluten “por elección” afirman sentirse mucho mejor, probablemente, debido a un efecto placebo y a que, con esta decisión, ahora prestan más atención a su dieta y sustituyen los alimentos con gluten por otros más sanos como las frutas y verduras.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de los alimentos que tomamos con gluten son bastante calóricos (bollería, harinas refinadas…) por lo que, si se reemplazan por otros frescos más saludables, será más fácil que sintamos mejor y controlemos el peso, independientemente del hecho de que contengan gluten o no.
En cualquier caso, los expertos insisten en que esto sucede no por el gluten en sí mismo, sino por una mejora en la calidad nutricional de la dieta.
Ayuda a reafimar este hecho que el gluten no es un tóxico y se puede seguir una dieta sana consumiéndolo, a pesar de que no hay evidencias científicas que respalden el consumo de dieta sin gluten como una opción más saludable entre la población general y que la etiqueta ‘sin gluten’ no es equivalente en absoluto a la de ‘bajo en calorías’.
Por otra parte, la exclusión injustificada del gluten de la alimentación habitual aumenta el riesgo de desequilibrio y deficiencias nutricionales, especialmente en niños, un grupo de población especialmente susceptible.