La institución eclesiástica ha comenzado a aceptar nuevas fórmulas para afrontar el problema del gluten entre los feligreses, tras el veto del Vaticano en 2017, de la misma manera que ha hecho también con el vino para aquellas personas que no puedan beber alcohol. Una buena noticia para los católicos, una vez pasada la Semana Santa.
La hostia que toman los feligreses en misa ha venido suponiendo un problema para aquellos católicos que padecen celiaquía, algo que empeoró tras la polémica surgida hace varios años, cuando el Vaticano publicó un texto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en el que se detallaban algunas precisiones, y que culminó en una circular a los Obispos sobre el pan y el vino para la Eucaristía donde se advertía de que las “Hostias sin nada de gluten son materia inválida” para hacer la comunión.
Según explica un amplio reportaje publicado por el diario digital El Confidencial, el contenido de las obleas católicas es pan ácimo, es decir, los ingredientes son agua y harina de trigo, lo que para las personas que sufren sensibilidad a este cereal es un problema serio.
Por suerte, en la actualidad la situación ha cambiado, y la Iglesia ha superado el problema de las intolerancias alimenticias con nuevas fórmulas. En este sentido, el director de la Comisión para la Doctrina de la Fe, el sacerdote Rafael Vázquez, ha explicado que el escenario ya no es tan problemático, y que "la Iglesia se ha actualizado con los tiempos y existen obleas aptas para celiacos que además cumplen con los requisitos que establece el Vaticano. Realmente el tema de la recepción de la comunión por personas celíacas ya había sido estudiado en un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1995, y posteriormente, en una Nota del año 2003 de la Conferencia Episcopal Española, en la que la Iglesia quería responder con gran sensibilidad y comprensión amorosa a quienes padecen a quienes padecen esta enfermedad”.
La Asociación de Celiacos y Sensibles al Gluten comenzó a importar este tipo de obleas hace años de Alemania, donde las hacían de almidón de trigo y un contenido tan bajo en gluten que no da problemas, de forma que, según ha explicado Vazquez, “aquellos que toleran cierta cantidad de gluten se les aconseja comulgar con esas formas especiales que contienen un mínimo de gluten. También hay que decir que para estas personas podría ser útil comulgar con una pequeña fracción del pan consagrado. En ese caso se cuidará de que la forma esté en un recipiente especial para que no haya contaminación por contacto con las otras formas”.
El problema era que el gluten es necesario para que se produzca la panificación; es decir, para que la mezcla de harina y agua deje de ser una simple mezcla, y “si no hay pan, por tanto, no puede haber Sacramento y, por ello, las formas sin gluten no son válidas", ha reiterado el sacerdote; sin embargo, en los supuestos en los que la intolerancia sea absoluta, la solución pasa por comulgar bajo la sola especie del vino, donde se encuentra igualmente la presencia real de Cristo en la Eucaristía.
En esos casos, se prepara un cáliz especial, se cubre para que no haya ningún tipo contaminación y cuando la persona se acerque a comulgar lo haga usando el cáliz preparado.
Según Vazquez, "lo habitual es que la persona avise al sacerdote antes de comenzar, para que se prepare todo. O bien el sacerdote, que suele conocer a las personas, lo haga de manera habitual cuando hay fieles que padecen esta enfermedad”, añade Vázquez.
Hace unos años, se dio el caso de un niño celíaco al que no le permitían comulgar con una hostia sin gluten, y la solución que propusieron los padres fue que lo hiciera con una hostia de maíz, algo que no fue aceptado por su Diócesis; al tiempo que la solución que proponía la institución, es decir, que comulgase con vino, no era aceptada por los padres, ya que no querían que el menor bebiese alcohol.
Por otra parte, ha habido algunos casos en los que los niño, al hacer su primera comunión, les resulta extraño el sabor del vino, y es entonces cuando podría utilizarse una forma sin gluten, que se mojaría mínimamente en el vino, de manera que "la forma sin gluten, que no es válida, serviría como vehículo para poder comulgar con el vino consagrado”, ha subrayado el sacerdote.
Con todo, la solución más común que aporta la Iglesia para no tomar trigo es el vino consagrado, que debe ser "natural, del fruto de la uva, puro e incorrupto, no mezclado con otras sustancias", según el dicto del cardenal Robert Sarah, pero se plantea también la cuestión de los intolerantes a la fructosa. En este sentido, Vázquez ha minimizado problemática defendidendo que "en 18 años que llevo de sacerdote nunca se me ha dado el caso de alguien con intolerancia total al gluten y simultáneamente intolerancia total a la fructosa. Ahora bien, ¿qué ocurriría si la persona es también intolerante a la fructosa? Tendríamos que ver también el grado de intolerancia. Pero si la intolerancia al gluten y a la fructosa fuera total en ambos casos, la persona podría hacer comunión espiritual, que como hemos comprobado en la pandemia tiene también sus efectos para la vida espiritual, pues Dios y su amor infinito sobrepasa las limitaciones de la materia y es capaz de alcanzar el corazón de cada ser humano”.
Con todo, la producción y distribución de las obleas se ha adaptado, de manera que “las formas que se utilizan para la celebración de la Eucaristía las suelen elaborar casas especializadas de artículos religiosos, en muchos casos proceden también de conventos de religiosas. Ya muchas de ellas contemplan la producción de formas con el mínimo de gluten, bajo diversas marcas que son comercializadas. Los sacerdotes sí han de asegurarse que cumplan la normativa de la Iglesia a la hora de comprarlas”, ha explica Rafael Vázquez, que ha insistido en que "existen diferentes tamaños, mezclas de harinas y hasta diseños variados con elementos como corderos y cruces".
Además, desde la pandemia del Covid-19 los católicos han descubierto una nueva comunión: la del deseo, de forma que ahora hay diversas formas de participar en la Eucaristía y todas ellas ayudan y dan fruto en la vida de la persona cumpliendo el fin del Sacramento.