Acaba de surgir en el mercado la paleobirra, una cerveza sin alcohol, sin cereales y sin gluten... pero que en realidad, no es una cerveza... “Se trata de una bebida con lúpulo, fermento de kombucha y té verde”, explica Jordi Dalmau, uno de sus creadores.

La kombucha es una bebida fermentada de sabor ácido que se obtiene a base de té verde con azúcar, fermentando esta mezcla con una colonia de microorganismos gelatinosa. Pues bien, un grupo de emprendedores catalanes que están comercializando la kombucha con diferentes sabores, han "inventado" la “paleobirra”, simplemente añadiéndole lúpulo a su bebida.

Este nuevo brebaje “sigue los principios de la dieta paleo, que es no comer cereales, ni alcoholes, ni azúcares”, explica Dalmau, quien cuenta que su sabor es similar al de una cerveza sin alcohol: “La paleobirra parece una clara. La kombucha con la que se elabora le da el toque ácido y cítrico, y como no tiene cereal pero tienen el amargo del lúpulo, es como una cerveza suave”.

Pero no es oro todo lo que reluce... Según cuenta en La Vanguardia, Juan Revenga, dietista, nutricionista y biólogo, quien se muestra muy crítico con el producto, “no se puede comercializar un producto así aludiendo a la cerveza si solo tiene el lúpulo para darle el sabor amargo. Es como llamar coche a un avión, solo porque tiene ruedas”.

Para Revenga, “el hecho de que no tenga cereales, gluten o alcohol, es decir, siga los preceptos “paleo”, no tiene por qué significar que el producto sea bueno. Es otro de los mal llamados “superalimentos” que se dirigen a cautivar la compra de determinados colectivos”; y añade que el hecho de que un producto siga los preceptos ‘paleo’ no implica que sea bueno. 

Por su parte, Sílvia Romero, dietista nutricionista especializada en alimentación vegana también añade matices sobre la denominación del producto: “El márketing es lo que tiene, se aprovecha el tirón de la alimentación paleo”.

La idea de fabricar kombucha le surgió a Jordi después de muchos años sufriendo los síntomas del síndrome de Gilbert, “un trastorno que afecta a la capacidad del hígado procesar la bilirrubina, al igual que el paracetamol, los estrógenos, las toxinas…”, explica.

Jordi se puso a fabricar kombucha en casa, pero resultaba complicado controlar la fermentación y el resultado era un mejunje difícil de tomar. Se propuso conseguir una bebida rica de sabor pero manteniendo sus propiedades y contactó con el enólogo Toni Sánchez. Es especialista en fermentados y coincidió que estaba trabajando en Nueva Zelanda, el paraíso de este te fermentado, donde se toma habitualmente en bares y restaurantes.

Así fue como se gestó Mūn Ferments, la empresa bajo la cual hoy comercializan su marca Kombutxa. Este verano han estrenado la kombucha con té matcha, a parte de la paleobirra, que acaba de presentar.

Aseguran que “la fermentación puede ayudar a la digestión de algunos alimentos, y la comida fermentada aumenta la proliferación de probióticos en nuestros intestinos, reforzando el sistema inmunológico, protegiéndonos de intolerancias alimentarias e incrementando la energía al conseguir que la digestión sea más fácil y eficaz”, y afirman que activa la función del hígado, disminuye el colesterol, reduce la presión arterial y reduce el estrés, entre otras muchas supuestas ventajas.

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